Monday, November 04, 2013

En lo cotidiano estamos propensos a repetir una misma actividad cientos de veces. Poner un determinado disco a sonar. Tomar un café con leche a la mañana. Deshacer la cama a la noche. Rehacerla al despertar. Prender la computadora. Entrar al mail. Cenar con un amigo. Tener sexo. Dormir la siesta. Dejar una película de fondo. Sacar la basura. Salir a caminar. Almorzar con la familia. Y así. Si enumeramos todos esos actos, uno sucediendo al otro, dicha suma suena hasta casi tediosa. Sin embargo, lo que justamente nos hace rehacer la cama al levantarnos es que cada uno de esos hechos no siempre son experimentados de igual manera. De ese disco que ponemos a sonar, no siempre nos detenemos en las mismas canciones. En las cenas con nuestros amigos no siempre se habla de lo mismo. Cuando salimos a caminar podemos tener en encuentro fortuito con alguien inesperado o la caminata puede resultar aburrida. El sexo no siempre se disfruta del mismo modo y la casilla de mail a veces nos depara novedades. Es por eso que seguimos alimentando el ciclo: porque en todo aquello que es aparentemente repetitivo siempre hay un margen para el factor sorpresa.

 Jane Margolis - Breaking bad